Foreign Affairs Latinoamérica – En términos per cápita, la economía mexicana ha crecido alrededor de 0.8% anual en las últimas décadas. ¿Qué debemos hacer para salir de esa trayectoria de bajo crecimiento? ¿Cuál sería un objetivo realista de crecimiento para el próximo sexenio? ¿Qué políticas se deben aplicar para alcanzar ese objetivo?
Graciela Márquez Colín – México debe replantear el modelo económico de desarrollo que ha seguido en las últimas décadas. No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. Debemos invertir mucho más en infraestructura, lo cual debe tener un componente importante de inversión pública y, por supuesto, deben mejorarse las condiciones para que aumente la inversión privada. Lo primero se logrará combatiendo la corrupción, haciendo un uso más eficiente de los recursos públicos, reduciendo el gasto innecesario y reorientando el gasto público del gasto corriente hacia el gasto de inversión. Lo segundo se logrará conforme se privilegie y se restaure el Estado de derecho y se fortalezca el mercado interno. Este se fortalecerá aprovechando mejor nuestros recursos físicos y humanos. Se promoverá una política de aumento real al salario mínimo y se alentará la incorporación de millones de jóvenes al mercado laboral con un programa específicamente diseñado para ello. Esto, junto con una “cancha más pareja” y una mayor inversión pública, permitirá que aumente de forma significativa la inversión total, lo cual será la base de un crecimiento alto y sostenido.
FAL – Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en las últimas 2 décadas no se ha producido una reducción significativa de la pobreza en México. Además, buena parte de la discusión mundial ha apuntado también a la necesidad de reducir no solo la pobreza, sino también la desigualdad. ¿Qué debemos hacer para atender esta situación y cuáles deben ser las prioridades de la política social ante estos resultados?
GMC – Hay que empezar por señalar que la mejor política de combate a la pobreza es el crecimiento económico inclusivo. Por lo mismo, lo primero que debemos hacer es crecer y hacerlo de una manera que, a diferencia de lo que ha ocurrido en las últimas décadas, los beneficios del crecimiento se distribuyan más equitativamente. Para ello, un componente básico de la política de crecimiento debe tener una dimensión regional importante que reduzca las disparidades regionales y que contribuya, de manera decidida y frontal, al desarrollo de la zona sur-sureste del país, que es donde se concentra la mayor parte de la pobreza.
Por el lado de los programas sociales, se debe buscar aprovechar mejor los recursos. Es fundamental eliminar el asistencialismo como característica de los programas sociales y se debe revisar la pertinencia de su proliferación. Se deben simplificar y reducir los programas sociales, de tal manera que nos movamos paulatinamente hacia esquemas de protección universal basados en derechos exigibles. También deberán vincularse los programas sociales con actividades productivas para promover la generación de ingresos de los sectores más vulnerables, y que poco a poco se elimine el componente asistencialista que caracteriza a muchos de los programas sociales vigentes.
FAL – ¿Qué tendría que hacer México, tanto en términos de política interna como de política exterior, si se cancela el TLCAN?
GMC – A casi cuarto de siglo desde la firma del TLCAN por Canadá, Estados Unidos y México, se han ampliado los lazos comerciales en la región de Norteamérica y se ha profundizado la integración de las tres economías. Con este tratado, nuestro país consolidó una plataforma exportadora, tanto de productos agrícolas como de manufacturas. Desde su campaña y durante el primer año de su gobierno, el presidente Donald Trump se declaró en contra del TLCAN, por considerarlo una fuga de empleos e inversiones de Estados Unidos hacia México. En ese contexto de rechazo al acuerdo vigente, el gobierno estadounidense convocó a sus socios a la revisión del TLCAN. De suyo, la modernización de algunos capítulos produciría beneficios para los tres países; sin embargo, algunas de las demandas del equipo negociador estadounidense, como el aumento de contenido regional de la industria automotriz de 62.5% a 85%, con la mitad de dicho porcentaje para Estados Unidos, o bien una cláusula para revisar (y tal vez cancelar) el acuerdo comercial cada 5 años, han obstaculizado las rondas de negociación. La cancelación del TLCAN como resultado de un fracaso de las negociaciones o por una decisión unilateral del gobierno de Trump requerirá acciones tanto en el ámbito interno como el externo.
Enfrentar la terminación del TLCAN requiere una actuación coordinada para fortalecer el mercado interno y sacar el mayor provecho de una plataforma de exportaciones. Más que dos políticas disociadas, el fomento a la producción destinada al consumo nacional y la participación en los mercados globales deben ser el resultado de estímulos coordinados para la innovación, la promoción de cadenas de valor y el desarrollo de proveedores. Por supuesto, el frente interno y externo requieren medidas específicas, pero es necesario que haya puntos de encuentro para generar mejores resultados.
Por varias décadas, el descuido en las políticas de fortalecimiento del mercado interno ha causado grandes rezagos en infraestructura y debilitamiento de las cadenas de proveedores. Con o sin TLCAN, es urgente que el gobierno de México diseñe políticas de inversión y apoyo a las empresas cuya producción se destina al consumo nacional. Con ello no solo se promoverá el crecimiento económico, sino que se atenderá la demanda de empleo en todas las regiones del país. La iniciativa privada está en condiciones de responder al reto de producir bienes competitivos; por ello, es crucial que el gobierno federal proponga una política de apoyo productivo complementaria a los esfuerzos empresariales. En cuanto a la política exterior, el gobierno de México debe considerar como prioritario fortalecer acuerdos comerciales multilaterales para aprovechar la plataforma de exportación. Junto con los acuerdos, una política de apoyos estratégicos ayudará a que los productos mexicanos, tanto agropecuarios como manufacturados, aumenten su presencia o incursionen en mercados en crecimiento. Es indispensable un acompañamiento que incluya estudios sobre oportunidades de negocios, estímulos para la formación de cadenas de valor y mejora regulatoria.
FAL – La estrategia mexicana de política exterior desde finales del siglo XX ha tenido como prioridad la integración económica de México en Norteamérica. Dadas las tensiones con el gobierno de Donald Trump, ¿es necesario que se revise esta prioridad? De ser así, ¿dónde deben buscarse nuevos aliados?
GMC – Al énfasis que el gobierno mexicano ha puesto en esa estrategia de integración económica con Norteamérica le han faltado esfuerzos complementarios para equilibrar los beneficios esperados con los riesgos derivados de su excesiva concentración. Una política exterior centrada casi exclusivamente en Estados Unidos mostró sus límites con la llegada de Trump a la presidencia. Es necesario revisar a profundidad el papel de México en el escenario mundial para beneficiarse de lo alcanzado en la región de Norteamérica y sacar ventaja de la nueva configuración mundial. La política exterior mexicana debe ir más allá de los acuerdos comerciales para tender los puentes que permitan un diálogo sobre temas más amplios y en un marco de agendas multilaterales.
En líneas generales, nuestro país puede tener una presencia activa en el escenario internacional, porque comparte características con las potencias económicas y también con las economías de menor desarrollo. Esta posición privilegiada le brinda a México la posibilidad de asumir un liderazgo para su beneficio y el de la comunidad internacional. Ampliar la presencia mundial del país implica un acercamiento a Latinoamérica, porque las experiencias compartidas de desarrollo e inserción en los mercados de exportación pueden generar beneficios mutuos y promover la presencia internacional de empresas mexicanas. Los países de la Unión Europea le ofrecen a México inversiones, transferencia de tecnología y formación de capital humano complementarios a los que obtiene en Norteamérica. Como Asia es la región de mayor potencial de crecimiento en el futuro, es crucial diseñar cuidadosamente la relación con aquellos países, sin dejar de reconocer las enormes diferencias entre China, la India o Japón, por ejemplo.
En suma, la revisión de la integración económica con Norteamérica como prioridad de la política exterior de México debe plantearse como un giro estratégico. Se trata de utilizar lo aprendido de esa experiencia para establecer nexos en más de una dimensión y situar a nuestro país en una relación de mayor complejidad con el mundo.
FAL – La política de seguridad en México ha estado vinculada con la política antinarcóticos de Estados Unidos. Los resultados no han sido satisfactorios si atendemos al número de delitos, entre ellos el homicidio, que va en ascenso en México. ¿Es necesaria una aproximación a la lucha antinarcóticos diferenciada de la visión del gobierno estadounidense? ¿Qué cambios deben hacerse en México, desde el punto de vista de las instituciones, para combatir la violencia?
GMC – Sin lugar a dudas, la violencia en México está vinculada al consumo de drogas y la venta de armas en Estados Unidos. Es un problema bilateral y conjunto que ambos países deben resolver en cooperación. Más que una aproximación diferenciada, hay que ofrecerle a Estados Unidos una nueva política de cooperación en seguridad dirigida a disminuir el tráfico de armas, reducir el consumo con un enfoque de salud pública y pacificar ambos lados de la frontera. El enfoque punitivo ha fracasado y es necesario cambiar de estrategia con Estados Unidos. Por ejemplo, podría ofrecer una vía de reducción de penas a algunas personas por su cooperación y dejar de penalizar a agricultores que producen precursores de las drogas. Hay que abrir el abanico de posibilidades, con la anuencia de las víctimas, para pacificar el país; es decir, abandonar la lógica de la guerra.
Sobre los cambios que deberán hacerse para reducir la violencia, en todo el territorio nacional se necesita una estrategia de pacificación que atienda las raíces de este problema y mejore la coordinación de todas las instituciones de seguridad. En el primer caso, es necesario reducir el enrolamiento de jóvenes en las organizaciones criminales mediante programas sociales que los incorporen al empleo y la educación. En el segundo caso, se requiere una pacificación regional con mediadores sociales de paz que vigilen las políticas de seguridad y las agencias, y que coordinen las acciones preventivas.
GRACIELA MÁRQUEZ COLÍN es profesora investigadora en El Colegio de México. Ocupará el cargo de Secretaria de Economía de ganar el candidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador.
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