Estamos a días de que el pueblo de México observe la discusión más importante de este sexenio en el Congreso de la Unión, la reforma eléctrica, que definirá mucho del futuro próximo y lejano de nuestra soberanía como nación y de nuestro bolsillo como usuarios de la energía eléctrica.
En marzo del año pasado fue aprobada una iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica propuesta por Andrés Manuel López Obrador, misma que buscaba poner orden al desorden energético que se encontró al asumir la Presidencia; el saqueo imaginado cuando éramos oposición quedó corto frente a la realidad encontrada.
Lamentablemente la impunidad que tenían grandes empresas transnacionales, como la española Iberdrola y la italiana Enel, era tanta que de inmediato llovieron miles de amparos sobre la ley.
El Presidente envió en septiembre de 2021 una reforma constitucional que deberá ser aprobada por mayoría calificada –es decir, la mayoría de Morena en esta ocasión no es suficiente–.
De no tomar decisiones frente al amague de esas empresas, el Presidente estaría permitiendo que la política del abuso continuara, que poco a poco la CFE desapareciera y en los próximos años México enfrentaría lo que hoy viven países de Europa: una tremenda crisis energética, en la que miles de familias han tenido que regresar a las velas y quinqués por no poder pagar las altas tarifas y los gobiernos no han logrado poner orden por el poderío de esas empresas que fueron tomando control del sistema eléctrico.
De eso trata la soberanía energética, de no depender ni ceder el control de un sistema estratégico como el eléctrico a empresas voraces que, por medio de leyes a modo y sobornos a legisladores y gobiernos, tienen contratos abusivos y toman control de un mercado –en su visión– redituable económicamente.
¿Qué persona, familia, sociedad y nación moderna podría subsistir sin electricidad?
Además, dichas empresas y sus aliados políticos han tratado de esconder sus negocios sucios diciendo que son los únicos promotores de energías limpias.
La coalición Va por México, integrada por el PRI, PAN y PRD, desde su unión formal se ha comportado como empleada de los intereses económicos de unos cuántos, diluyendo toda carga histórica e ideológica de sus integrantes, está frente a una gran encrucijada: votar en contra de la reforma respaldada por narrativas falsas sobre energías limpias y exponerse a ser acusada de traidora a la patria o ceder políticamente en su disputa con la Cuarta Transformación votando a favor de la reforma y hacer lo correcto para la nación.
El pueblo de México debe saber qué es lo que se votará y preguntarse a quién representa cada legislador. Entre otras cosas, la reforma eléctrica plantea:
1. Elimina las figuras abusivas que obligan a la CFE a comprar a empresas transnacionales la electricidad que producen.
2. Al poner orden en esa competencia desleal, la reforma plantea que la CFE podrá generar electricidad en 54% y las empresas privadas hasta en 46 por ciento.
3. Queda establecida en la Constitución la transición energética como una obligación del Estado mexicano (el uso de energías limpias para ir dejando de usar combustibles fósiles).
4. La energía se considera un derecho humano y hay tarifas especiales para hospitales, escuelas, alumbrado público y sectores como el campo, etc.
5. Fortalece a la CFE como una empresa del Estado para evitar la dependencia de empresas transnacionales que podrían –como lo hacen en Europa– elevar las tarifas.
6. Mejorará las tarifas a los usuarios e incentiva la generación de energías limpias, fortaleciendo las centrales hidroeléctricas y las plantas fotovoltaicas, como la que se construye en Sonora y que será la más grande de Latinoamérica.
7. El litio es un metal que ayuda a contener la energía en baterías, por lo que es uno de los recursos más codiciados del mundo, pues sin éste no podrían realizarse celulares, computadoras, baterías, medicinas y automóviles eléctricos.
México cuenta con la décima reserva de litio más grande del planeta y para que no sea negocio de unos cuántos, se plantea que sea de todas y todos los mexicanos.
Estas son tan sólo algunas razones por las cuales, sin importar el partido, ningún legislador debería votar en contra, pero también que las y los mexicanos debemos defender. Son tiempos de hacer historia o irse al basurero de la misma.