La derecha en cualquier parte del mundo tiene un método: mentir, difundir odio, provocar miedo y simular.
Invierte tanto en propaganda que, incluso, acusa a sus adversarios de eso.
En el caso de México, la oposición expresada de diversas formas y expresiones de izquierda padeció esa propaganda concentrada en desacreditarles, en infundir miedo por el cambio y, casi con impunidad, expresaba odio hacia lo diferente.
Durante los últimos cuatro años, las mismas voces políticas que tenían el poder, ahora disminuidas y en la oposición, se han dedicado a esparcir odio a través de comentarios clasistas, racistas y aporofóbicos —rechazo a las personas pobres—.
En 2006, esa clase política y empresarial financió la campaña López Obrador, un peligro para México.
Pensaron que con odio y miedo detendrían al contendiente a la Presidencia que encabezaba las encuestas.
Hoy que López Obrador es presidente lo han criticado por su acento tabasqueño, por su forma de vestir, por su origen social y por pensar en quienes más lo necesitan; opositores que han marchado contra el gobierno de la 4T salen con pancartas afirmando que no quieren a este gobierno porque no quieren “un país donde mi sirvienta mande”.
El 17 de abril no sólo vimos dos visiones de país encontrándose en dos bloques legislativos, vimos de lo que son capaces quienes piensan que las decisiones que toman no serán cuestionadas, como antes ocurría.
El Presidente mandó una iniciativa que, desde su exposición de motivos, contenía un llamado de auxilio para poner orden en el desastre eléctrico provocado por las reglas abusivas que favorecieron negocios de empresas extranjeras.
No era una iniciativa con colores partidistas ni un capricho, era una reforma justa y necesaria que favorecía los intereses de México.
Pero la oposición no escuchó el sentir de las mayorías ni le interesó tomar decisiones por el bien de México, decidió someterse a intereses de negocios de extranjeros. Después de que las y los diputados del PRI/PAN/PRD/MC decidieran votar en contra de la reforma eléctrica y darle la espalda a la exigencia popular que les pedía votar a favor, el pueblo les ha reclamado por su traición a México y a la ciudadanía, llamándoles “traidores a la patria”.
No les ha gustado nada ser nombrados así, pero ¿cómo llamarle a representantes populares que prefirieron escuchar a cabilderos de empresas italianas y españolas que a sus representados, ¿cómo nombrar a quienes se opusieron a defender la soberanía nacional?
El cinismo de personajes de derecha que se han caracterizado por infundir miedo y odio ha llegado al punto de acusarnos de difundir odio contra ellos por informar a la ciudadanía de la importancia de esta reforma y el sentido del voto de cada legislador.
Lo que pasa es que, además de todo, ya sabemos también que son falsos demócratas.
No les gusta que la ciudadanía tome parte en las decisiones públicas y prefieren tomar decisiones en lo oscurito, acordar prebendas y que nadie les cuestione lo que hacen.
Pero en estos tiempos las cosas son diferentes: miles de personas se volcaron a las calles en todo el país a exigir que se aprobara la reforma propuesta por el Presidente y advertir que quienes se atrevieran a votarla en contra, serían señalados como “traidores a la patria”.
Pero el MCPRIAN se encerró en su burbuja, no dimensionó que tomar decisiones a costa y espalda de la ciudadanía, ya no podían hacerlo sin consecuencias ni sin un pueblo consciente y observando.
Ante los pocos argumentos en defensa de su voto, su nula autoridad moral y el miedo al pueblo, los opositores han buscado victimizarse diciendo que acusarles de traición es odio.
Pero no es así, ellos juraron servir a la patria y prometieron representar al pueblo; no se les juzga por pensar diferente, se les acusa de tomar decisiones en contra de México.
En estos tiempos, hacer política es servir al pueblo y cuando se benefician intereses ajenos y extranjeros, el pueblo no perdonará.
En las próximas elecciones, la ciudadanía va a seguir votando en contra de los traidores, no por odio, sino por amor e ilusión de un México diferente, donde quienes no amen a su Patria y sirvan al dinero no vuelvan nunca más.